Me aburría como ostra en salsa de barbacoa. Había estado en mi cuarto escuchando música, como siempre, desde el portátil, comiendo gominolas y leyendo los primeros capítulos de mis libros favoritos que, en aquel momento, no tenía en mano.
Estaba agotada, tenía agujetas (vete tú a saber por qué) y, pal colmo, ahí tirada en la cama me estaba sobando, así que decidí salir un rato y sentarme en la acera del aparcamiento... Al menos allí no iba nadie... Al menos que estuviera aburrido y tuviera mi mismo estado de humor.
Iba vestida como siempre solía vestir, sólo que aquella vez llevaba un abriguito puesto. Aunque estuviéramos en un clima caluroso, yo era o muy friolera, o de las personas que pasaban mucho calor.
Al sentarme, me llevé las manos a los bolsillos y comencé a mirar a mi alrededor, en busca de algo interesante. ¿Tal vez un perro mono con ganas de jugar?